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martes, 26 de enero de 2016

El mar imposible

Existe un mar en el que nunca podremos bañarnos. Muchas veces intentaremos acceder a él, porque sabemos que no es inaccesible: Vemos a otras personas bañándose en él, o que ya lo han hecho y vuelven a casa.

Pero no nosotros. Lo contemplaremos, cuando el sol se eleve en el cielo. Llegaremos a oler la humedad, imaginarnos la sensación del agua cubriendo nuestra piel. Nada más.

Porque hay lugares que simplemente no se hicieron para nosotros, estrellas apagadas en un cielo lleno de luces. Y no importa lo que intentemos. Siempre habrá un mar en el que jamás podremos estar.

Siempre habrá una playa con la arena fina que no pisaremos, descalzos, sobre un suelo de piedras que rajan la planta de los pies. Y recordaremos, oh sí, lo haremos.

Recordaremos que esos sitios nos hicieron crecer, avanzar, hacia otros que no habíamos visto.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Estrellas fugaces

Todos vemos a alguna estrella apagarse a lo largo de nuestras vidas. Echas un vistazo al cielo y ves la luz caer por última vez. Las llamamos estrellas fugaces, porque aunque nos llaman la atención, sabemos que no determinan nuestro día a día. Apenas lo condicionan.

Sin embargo, si lo que vemos apagarse es el sol, entonces las cosas serían muy distintas. Se perdería la fuente de calor, y el frío junto a la oscuridad inundarían lo que nos rodea.

Con las personas pasa igual. Y cuando ese sol se apaga, la devastación es terrible. Pierdes el lazo que tenías con alguien que, de una forma u otra, impactaba en tu día a día.

Porque, al fin y al cabo, tú sólo eres una estrella fugaz para ese sol que se te apaga.

https://youtu.be/EzqNtvQiCro

lunes, 12 de octubre de 2015

Los árboles viejos

- ¿Qué has estado haciendo hoy? Además de observar las estrellas, quiero decir.

- Algo que no estoy seguro de que sea bueno. Aunque tampoco es malo.

- ¿El qué?

- Fui a visitar los viejos árboles. Lo necesitaba.

- ¿A los viejos árboles? ¿No te gustan los de ahora?

- Sí, sí me gustan. Pero también los viejos. Me vi a mí mismo entre las sombras, mis estupideces y la emoción. Sí, así, en ese orden. No es lo único, claro. Te vi a ti, una sombra alargada que todavía puebla las raíces. Vi un corazón dispuesto a todo, ansioso, pletórico de vida; y una garra lanzar un zarpazo. Y siento las heridas, aunque a mí nunca me tocó esa mano. Y respiro la nostalgia. Casi puedo verme desde el otro lado de la ventana llorando, por no poder hacer nada contra algo que no me concierne y que nunca tuvo lugar para mí. Casi puedo leer una vieja poesía, con los ojos borrosos, y a esos espiritualistas que me cargan de escepticismo, y que, aún así, me terminan gustando. Vi la belleza que aún queda, y no los campos sembrados en sal. Quizá porque todo estaba muy oscuro, me encontré en esa penumbra, tal vez ambos somos un mar de negro, y tu tonalidad es sólo menos fuerte que la mía.

- No es buena idea. No es buena idea que hagas eso. Se supone que estamos intentando alejarnos. ¿Cómo vas a conseguir eso visitando los viejos árboles? Si yo misma tengo miedo de ir allí...

- Yo no podría alejarme, sean cuales sean las circunstancias. Incluso en el silencio seguirías estando. ¿Qué quieres? Me pasé los años caminando por tu puente. Mirando. Cogiendo información. Hice mucho con eso. He sentido la complejidad a través de la sencillez y del error. Y, ya sé que no me invitaste a entrar, simplemente encontré esa puerta abierta. Yo, apenas un conocido, destapaba cajas ocultas y temores. Es algo muy poderoso, ¿sabes? Conocer a una persona, aunque sólo sea en parte, y que tú no te expongas. Tal vez por intentar equilibrar eso comencé un periplo de errores que culmina con un acierto que llevó su tiempo. Y, de alguna manera, esa brecha se restableció un poco.

- Idealizar y precipitarte. Tus aportes imprescindibles a la causa del fracaso.

- No niego lo segundo. Para mí fue un proceso largo. Pero tú no conocías nada de eso. Debí haber reflexionado, aunque en esos casos, es difícil pensar con claridad. En cuanto a lo primero, no podría. ¿Qué tiene de ideal el asalto de la tristeza?

Estrellas

- ¿Por qué te quedas aquí por la noche?

- Me gusta ver las estrellas que se ven desde este lugar. De allí adonde vengo no puedo verlas.

Ambos están sentados. Es noche cerrada. Sólo se ven estrellas en el cielo.

- ¿Y por qué te gustan?

- Antes creía que me gustaban por ser bonitas. Pero hay algo más. Levanta un brazo, todo lo alto que puedas. ¿A que no puedes siquiera soñar con tocarlas? Un espectáculo tan bello, una luz tan profunda, fuera del alcance. Quizá sea eso lo que me atrae. Lo imposible que parece llegar hasta ellas. A veces me gustaría ser aire, ¿sabes? Para tocar aquello que no puedo acariciar, para sentir todo aquello que no puedo sublimar.

- Parece bonito, pero a la vez aterrador. Pensar que es algo que no puedes conseguir por mucho que lo intentes...

- En cierto modo tienes razón. Yo una vez vi dos estrellas que pasaron muy cerca de mí, y, a pesar de la cercanía, sólo era posible soñar con ellas. Nada más.

- ¿Qué estrellas eran esas?

- Me están mirando ahora mismo.

https://youtu.be/oE4XWJj_KHU

jueves, 17 de septiembre de 2015

No da igual

Si las otras estrellas
tapaban mi brillo
da igual, da igual, 
encontré alegría
en el polvo.

Si las otras huellas
borraron mi camino
da igual, da igual,
avancé a tientas
en el lodo.

Si las otras voces
acallaban la mía
da igual, da igual,
susurré cálido
en la soledad.

Si los otros ojos
cerraban los míos
da igual, da igual,
imaginé los tuyos
en la oscuridad.

Si las otras manos
apartaban las mías
da igual, da igual,
me aferré fuerte
en los sueños.

Si las otras mentes
reprimieron la mía
da igual, da igual,
la mantuve libre
en tus palabras.

Y por eso lamento
que te asustases
de mi sombra,
no da igual, no da igual,
la luz la proyectaste tú.

Y por eso escribo
con un poco de ti,
un mucho inventado,
y la sensación de 
perderte sin encontrarte.
 

Para la M que me mostró a Murakami
 

jueves, 27 de agosto de 2015

El torneo

En el torneo de los Tres Reyes, celebrado en Villa Penumbra; estaba a punto de disputarse el último combate.

A un lado de la arena, el paladín de la hija del señor del castillo, llamado K. Su escudo, una calavera negra sobre llamas granates.

En frente, su contrincante, J, un caballero errante. Su escudo de armas, un rayo de luz sobre cielo estrellado.

El pregonero inició las presentaciones, y M, que así se llamaba la chica, observaba expectante el que iba a ser el combate decisivo. El ganador podría quedarse con ella, o pedir una recompensa en metálico.

Un rugido ensordecedor llega desde el público, ávido de espectáculo. Las bancadas, de madera, parecían a punto de derrumbarse. Pero nada de esto importaba a los contendientes.

Una última mirada de odio entre los dos, y se colocan los yelmos. El suelo, húmedo por las lluvias, está embarrado, y en muchos puntos hay charcos enormes. Eso dificulta el movimiento, sobre todo si la armadura es pesada.

Esto lo sabía J, por eso llevaba piezas ligeras en el cuerpo, de las que solían llevar los arqueros. El inconveniente era que en pos de la agilidad, perdía mucha defensa. K, en cambio, parecía una mole de hierro impenetrable, una torre que apenas podría moverse.

Hicieron el saludo de rigor, y, al sonido de los cuernos, iniciaron el combate.
K empezó fuerte, con tajos de espada abiertos, potentes, fugaces. J bailaba a su ritmo, impotente. Parada y retroceso.

Al ver que así no podía seguir, echó a correr hacia el centro de la arena. K, más lento, se vió obligado a seguirlo. Suelta una carcajada de triunfo que se trunca cuando nota que sus pesadas grebas se hunden en el barro. La espada, lista para golpear a J, se mueve, torpe y sin gracia, y le deja vía libre a J para asestar un mandoble.

La multitud está en su máximo esplendor. Voces de apoyo a ambos enemigos, y la pasión por el combate avivan las emociones.

La espada de K se desploma en el suelo, y es devorada por el barro. Y, aunque K no se rinde, y sigue luchando con las manos, el resultado está marcado. J esquiva y golpea, esquiva y golpea, hasta que encuentra un punto débil entre los brazos, y sentencia.

Entonces, de repente, la gente se queda muda. Un silencio incómodo cubre la arena.

- Muy bien, K. Contra todo pronóstico has conseguido ganar, y como tal puedes elegir el premio, te lo has merecido. Di, ¿la mano de M, o el dinero? - Inquirió el señor de Villa Penumbra.

- La mano, señor. - Respondió, sin pensarlo apenas.
- Ya lo has oído, niña, baja con él y recíbelo como merece.

M se va del palco y baja a la arena. El vestido, blanco, se le ensucia por el barro, pero no le importa.

- Entonces, tú y yo estaremos juntos a partir de ahora, ¿no? - Le preguntó M, con los oscuros ojos brillando.

- Sí, si es vuestro deseo.

- Claro que sí. - Sonrió.

Acarició su pelo, negro y largo, bien cuidado, y, mientras lo hacía, ella lo besó. Fue algo instantáneo, veloz. Inolvidable.

Entonces se escuchó el murmullo del aire y una fuerte ráfaga invadió el lugar. Cuando J pudo mirar a su alrededor, vio que no había nadie. Solo M.

- ¿Dónde ha ido la gente?
- ¿Qué gente?
- Pues... La que había aquí, como tu padre y K.
- No te entiendo. Estamos solos.
- M... ¿No me estás engañando?

Pausa de extrañeza.

- Claro que no. Además, no me llamo M. Soy Soledad.

martes, 18 de agosto de 2015

El abismo

- ¡Eh! ¿Sabes lo que ha pasado? ¿Por qué estamos solo nosotros dos aquí?
- No lo sé. ¿Sabes tú por qué se ha abierto la tierra haciendo una brecha insalvable entre nosotros?
- Ni idea. Ya he estado más veces aquí. Pero siempre estaba yo solo. Sé quién eres. Te he visto en algunas ocasiones desde aquí. Estabas allí, más abajo. Cuando encendías la luz de tu ventana, entonces te observaba.
- ¿Eso hacías? ¿Y por qué no bajabas? Eso asusta, ¿sabes?
- Lo desconozco. Supongo que no quería molestarte. En realidad soy inofensivo. Tampoco entiendo por qué ahora que estás frente a mí, no podemos cruzar al otro lado.

Silencio. Es noche cerrada, y el frío inunda el valle. Una brisa gélida, un aullido mortal.

- Yo a veces también te veía, ¿sabes? Me preguntaba qué hacías allí arriba, tan solo, en lo alto de la colina. Ahora ya lo entiendo. Solo un poco.
- Eso sí me sorprende. No creía que te fijases siquiera en mí. Dime, ¿por qué has subido hoy?
- Me apetecía ver las estrellas. Allí abajo no se ven, ¿sabes?
- Eso es porque no te has mirado al espejo.
- ¿Qué? ¿Qué quieres decir?
- Nada. ¿Aún no se te ocurre por qué estamos así?

Pausa. Los dos empiezan a sentir frío. No se ve la luna, pero las estrellas invaden el firmamento.

- No estoy segura. Quizá sea porque el miedo ha controlado el valle, ¿no crees? Ni siquiera debería estar hablando contigo. Esto no está bien, no. No debo. No sé por qué sigues aquí. Ya tendrías que haberte ido. ¿Por qué te has quedado? - Musitó, con los ojos húmedos.

- Ya me acuerdo. Creo que fueron mis ganas por bajar lo que abrió las entrañas de la tierra. ¿Dices que fue el miedo? Puede ser también... No recordaba muchas cosas después del choque. Yo... Yo no puedo irme. Aunque no pueda tocarte, o hablarte. Demasiado bonito me parece ya el que estés ahí manteniendo unas palabras conmigo.

- No te entiendo. No te entiendo. No es normal. Esto no es normal, no... Si ni siquiera sabes cómo soy... Quizá esto que se ha formado es para que reflexiones y cambies de parecer. Sí, puede ser eso. Tomar distancia arreglará esta locura que has creado.

- ¿No piensas que es un poco contradictorio? Tú siempre has estado abajo, y yo aquí, en la colina. ¿Qué distancia? ¿Acaso suponen una diferencia unos metros más? Siempre hemos estado así. Sin tocar las yemas de los dedos de la otra persona. Seguramente sea mi culpa, no lo niego, pero este abismo no puede cambiar nada. Acaso apuntale la soledad y apague estrellas del cielo. Nada más. No silenciará tu voz. No apagará tus ojos.- Contestó, con un deje de tristeza en la mirada.

https://youtu.be/O0HQ6-Czb3U




viernes, 15 de mayo de 2015

Carta del rey blanco

Hola María, ¿qué tal estás? Espero que bien.

Ya sé que no hablamos nunca, a pesar de que estamos siempre mirándonos en la distancia. Te escribo desde la otra punta del mundo, y, aún así, alcanzo a verte entre todas esas figuras que buscan entorpecer la visión de la belleza en mis ojos.

Es una pena que tengamos que vivir así, en la retaguardia de dos bandos enfrentados por siempre, con colores opuestos, y que cada vez que pueden se enzarzan en una sangrienta guerra donde tú eres la figura que destaca, brillante, sobre todas las demás. Eres mortífera y silenciosa a la par, y te encanta dejar a tu paso ríos de sangre, enardeciendo tu figura. ¡Si pudiera tan solo besarte antes de que el filo de tu espada pose sus labios sobre mí! Cuán feliz sería, de poder acariciar tu faz oscura, mientras los soldados se quedan blancos de rabia.

Y no, no me importa la gloria, me da igual cazar a tu esposo, mientras tú estés en mis dominios. Que se rompa el equilibrio, ¿qué más da? Si tú y yo podemos voltear el juego durante siglos. Sé que es difícil escapar a la mano que lo domina todo, pero, ¿no vale la pena intentarlo? No quiero creer que estamos condenados a querernos mientras nos quitamos la vida entre nosotros.

Seis cuadrados nos separan, y a mí me cuesta avanzar, pues el universo es inmenso, y está lleno de peligros, pero, ¡es tan fácil para ti alcanzarme! Me tienes al alcance de tu mano, y, aún así, se siente tan lejano...

Lo único que me mantiene en pie son las ganas de estar contigo. No puedo imaginarme cuándo será ese día, de cualquier modo ya me has arrebatado este corazón de madera que late con fuerza bajo mi coraza. Parece fuerte, pero se astilla al menor golpe, sobre todo si son tus palabras las que asestan el sablazo. De todas maneras, me niego a rendirme en esta lucha que mantenemos los dos contra el destino. Me niego a que seas una estrella en el horizonte, imposible de alcanzarse.

Y cuando las hostilidades comiencen, y te tenga aquí a mi lado, podrás decir, sin levantar ningún arma, y con razón: Jaque mate

Porque ese día, ese día seré completamente tuyo, y mi reino entero cambiará de color.

martes, 17 de marzo de 2015

Soy

Hoy soy un libro con las palabras desordenadas, imposible de leer. La quiromancia más extraña, dormida en los posos de la brea que despiden mis ojos. Una bacanal confusa, adormecida, con los ánimos sin pulso alguno. Soy la antorcha que oscurece tu sonrisa de satisfacción. Una mano muerta que se desliza por el suave vaivén del aire, resistente a dejar de funcionar, cuando ya no queda nada por lo que moverse.

Hoy soy aún más un planeta hueco, que se sale de su órbita y se estrella contra la luna. Un montón de líneas difusas, con trazos de idas y retornos, irregulares compases cuyas bifurcaciones pierden la alegría. Un buscador chiflado que se pierde en el desierto de tus astros para nunca salir, muerto de hambre y sed, y ningún tesoro en sus manos.

Soy melancolía, una bruma espesa que sacude los cimientos de todo en lo que alguna vez creí. El hacha que termina de talar el solitario árbol milenario, cuyas raíces controlaban todo el bosque. La esperanza moribunda que rasca con sus uñas la puerta de lo inalcanzable, mientras jadea y escupe cuajerones de sangre.

No hay nada al otro lado, nada a lo que aferrarse, nada que voltee el rumbo de los barcos a la deriva.

Por eso hoy, más que nunca, puedo decir que, al hablar, el eco me responde.

https://youtu.be/2sNSA09euT8

lunes, 16 de marzo de 2015

No me pidas ayuda

Puedes lanzar
tus redes,
nunca alcanzarás
lo que buscas.

Crees encontrar
eternos tesoros,
pero abres siempre
el baúl vacío.

Apartas con tu
puño de hierro
las señales 
de lo que quieres.

Caminas a ciegas,
la noche en tus ojos,
y el alcohol no
es el elixir de la vida.

Te lanzo cuerdas
al fondo del hoyo,
y tus cuchillos
alumbran la oscuridad.

Te tiendo puentes
en tu isla solitaria,
y el fuego
refleja las estrellas.

Te tiendo la mano
frente a los monstruos,
y la hierba enrojece,
pura laceración.

Cuando pero la
ansiedad domine,
cuando el eco
controle tus calles,
cuando tus reinos
de arena caigan,
entonces, entonces
no me pidas nada.

No me pidas ayuda,
no me pidas nada,
porque te salvaré.

Para Candela.



 
Palabras clave en poesía: Ansiedad, noche y vacío.

sábado, 28 de febrero de 2015

Experimentos

Ayer no pude dormir. Las pastillas no hacen efecto, y los sonidos de la noche se suceden como en una película de terror. Me salí de la cama y me monté en las nubes del otoño. Caí dentro de la niebla, donde las cosas se burlan de ti, y te dibujan paisajes extraños. Tanto es así que me ví a pocos pasos de mí, llorando. No sé cómo pude arreglármelas para no salir corriendo y ver qué era todo aquello.

- ¿Qué ocurre? - Le pregunté.
- Oh, eres tú. Qué sorpresa.- Respondió, sarcásticamente.
- ¿Qué te ocurre?
- ¿Acaso no lo sabes? ¿No sabes lo que es andar por caminos llenos de trampas y horrores? Siempre que trato de hacer lo que quiero, alguien se burla de mí, y me dice que eso no, que me está vedado. Y que lo andado no puedo deshacerlo. Que un solo error se paga con mil días de penitencia, aunque desees no haberlo hecho.
Las estrellas amigo mío, las estrellas. Quieren que nos choquemos mientras intentamos alcanzarlas.

Algo se desató dentro de mí. Acababan de tocar una caja que estaba guardada, fuera del alcance; y aquella persona, igual a mí, estaba allí, abriéndola y esparciendo el contenido a mis pies.
La niebla me sofoca, y las lágrimas se empujan unas a otras por salir. No puedo apagar el interruptor.

- Adonde... ¿Adonde estamos? - Inquirí, jadeante.
- ¿Esto? Es el mundo del espejo.

Para Goli. 

Palabras clave: Soledad, arrepentimiento y hechos consumados.

martes, 24 de febrero de 2015

Prisioneros

El ritmo del mundo sigue igual. Hormigas entran y salen, y trenes rugen en las pintadas del asfalto. El cerebro se embota y no sabe arrastrar arena a la playa. ¿Cómo de largo es el horizonte? Destrozo los cristales de los aparejos que rezan: "Romper solo en caso de desesperanza", y el cielo se cubre de rojo. ¿Cómo de largo es el día? Las almas de los herejes se consumieron entre gritos de angustia, y la espada me empuja hacia ellos. Fuerte coraza que cubre los golpes, pero deja pasar las dagas de la mente. Directas hacia los ojos, las fauces de la incertidumbre desgarraron mi garganta. ¿Cómo de largo es un minuto? Me quedé ahí, prisionero de una mano invisible que guía pero no señala, un mapa del revés, las estrellas que rozan las manos, y las laceran con el frío más ardiente. Palabras, palabras. Una noria que sube y baja, no sé qué ocurre. Un hilo, una mano, y arenas movedizas abajo. Si quieres, estira. Si quieres, empuja.

http://youtu.be/qdzvC0XxoMY

viernes, 22 de noviembre de 2013

And the light

Me convertí en agua hoy. Atravesé lugares que nunca imaginarían vislumbrar, a la velocidad de un fuerte rugido que se escapa de la garganta de un león. No sentía dolor. Chocaba con muchas cosas. Y yo iba rápido. De alguna manera, me había vuelto insensible. Me transformo, me adapto a lo que me rodea. No cambia la función, cambia el personaje. Lo demás sigue igual.

Me siento en una silla que no existe y le cuento cosas a una psicóloga que no tiene título alguno. Como si hubiese sido parte de mí desde siempre. Quizá siento que hablo, y que enfrente de mí solo hay un espejo. Pero no es así. La gente dice que es una estrella. Y es falso. Las estrellas se apagan, dejan de brillar. Y la luz que sigue llegando son un recuerdo constante que termina desapareciendo. No. Ella no es una estrella. Es la luz. Y si alguna vez se apaga, todo habrá llegado a su fin.

http://youtu.be/pSoxlgFi1u0

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Todo esto por amor

Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,
derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer sólo un hombre con su estigma de hombre.

Que derriben también imperios de una noche,
monarquías de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas
vacías.

Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,
su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo tantas
hojas
hacia el último cielo,
donde estrellas
sus labios dan otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.


Luis Cernuda.

domingo, 13 de octubre de 2013

El canto del fuego

Caía la noche, y el lugar estaba completamente a oscuras. Un camino lleno de farolas con las bombillas apagadas era mi referencia. Hacía viento, y junto con las hojas y las partículas de limo, también habían gotas de agua, pues había estado lloviendo hace poco. La luna se iba dibujando en el cielo, parcialmente, y la única estrella visible era la Polar. Los muros de las casas se antojaban grises, sin chispa; los árboles, solitarios, no ayudaban a alegrar la escena. La humedad se palpaba en el ambiente, y mis pupilas, dilatadas, ya se habían acostumbrado a la oscuridad imperante.

No había nadie por allí, y las pocas luces que se apreciaban venían desde los ventanales de las casas. Entonces vi a una chica sentada en un banco. Llevaba un antifaz de color azul apagado que le tapaba los ojos. Noté que estaba cantando, y me quedé allí, inmóvil, escuchando:

La luna camina
sola por Gran Vía,
y del cuello lleva
rayos de Sol.

Corre luna, corre,
que caen estrellas
de su ventana,
de sombra ahítas.

Dibujo círculos
en el suelo,
para así iluminar
contigo la ciudad.

Pero no soy 
como tú, luna, 
aunque sola
esté de viaje. 

Necesito andar
con una chispa,
que haga arder
mi corazón.

Y no sé por qué,
ese presente
ya me lo trae,
aquel que escucha.

No corras tú,
solitario muchacho,
pues el fuego
prenderá la calle.


Entonces la chica se levantó, y, lentamente, se acercó a mí. Colocó sus manos sobre mis mejillas, y, soplando delicadamente sobre mi rostro, murmuró: Bienvenido a mi extraño mundo.

Cuando quise darme cuenta me encontraba en un lugar con libros a mi alrededor, formando calles. Comencé a andar, y las calles se multiplicaban, formando un laberinto interminable. Cuando más perdido me encontraba, las luces se apagaron, y solo quedó un único camino marcado por una tenue luz. Empecé a seguirlo, fascinado, pues desconocía cómo podía darse aquel fenómeno. Al cabo de mucho rato andando, llegué a un lugar central, más amplio, en forma de círculo, y allí se encontraba la misma chica. Me acerqué a ella con la intención de preguntarle quién era, cuando, sin reacción alguna por mi parte, me abrazó y, en voz baja, me dijo:

- ¿Por qué has tardado tanto?

Antes de poder mediar palabra alguna, me mandó callar con un prolongado beso, que hizo que los libros que formaban aquel lugar se incendiaran. Las gotas de tinta se iban moviendo con voluntad propia, y, movidas en grandes cantidades, iban colocándose intencionadamente a nuestro alrededor, en el suelo. De tal modo que cualquiera que hubiera visto aquello desde el aire, habría visto dibujado un enorme cisne de perfil, de color negro, y, en otro color, el ojo del animal. En este caso, el color de nuestra piel, pues la ropa se había desvanecido en apenas unos segundos, y la única forma de que el desconocido aéreo no nos viese por completo, era uniendo nuestros cuerpos.



 

  

sábado, 28 de septiembre de 2013

Moonlight

No me gusta observar retratos de personas. Por cálida que sea la pintura, su mirada es fría, penetrante, incómoda. Nunca fueron vestidos con el alma, y, al mirarlos, pienso que mi reflejo es el que muestran sus ojos, una persona gélida, vidriosa. Rehuyo de las miradas, igual que un cervatillo huye de su presa. Mis ojos son las puertas a mi mundo interior, y no doy ese acceso a todo aquel que se le antoje.

De algún modo pienso que soy como la Luna; lejana y distante con aquellos que están fuera de mi órbita, pero con las estrellas que forman parte de mi camino, me vuelvo tal y como soy, aunque a veces muestro solo un lado, otras medio, y, muy raramente me muestro por completo. Es ahí, en esa última fase, donde realmente mi luz no viene del Sol, sino de mi propia felicidad, y es entonces cuando aquellos que me ven en la lejanía, vislumbran mi verdadera belleza.

http://youtu.be/-hH1zutgUGk