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jueves, 31 de diciembre de 2015

Otro año más

Ya llega otro papel
que se quema,
y no me reconocieron
mis huidizos ojos.

Acabé con todo lo
que crecía a mi lado,
lo siento por eso,
soy asesino redentor.

Tal vez se cierre 
por siempre un ciclo,
y comience la nada,
buscando un camino.

Tal vez permanezca
girando la rueda,
y las ilusiones
se vuelvan reales.

Sólo sé que luché
como lucha un ruiseñor,
cantando a través
de las heridas.

Sólo sé que di hasta
el último rincón
de mis emociones,
aunque no como quería.

Y me quise acercar
a otras sombras,
de verdad que sí,
pero nunca lo conseguí.

Y me quise olvidar
del fuego que abrasa,
del frío que quema,
del agua que ahoga.

Y me quise olvidar
de tus labios imposibles,
de tus manos lejanas,
de tu figura desconocida.

Y es como querer hundir
el cielo que se alza,
aún cuando cierras
todas las ventanas.

No soy sin ti, y tú sin mí eres,
dos círculos girando
sobre lo mismo, cada año,
un eterno retorno desolador.

Ahora aguardaré por
un último soplo de aire,
y si no llega, me iré,
allí donde nunca estuve.


Feliz 2016 a tod@s :)


jueves, 5 de marzo de 2015

A mi querida enemiga

Tú, grasa andante,
albóndiga gigante
cuyos fofos pies
arman terremotos.

Me acaricias con
gruesas morcillas,
saliva corriendo
por tu barbilla.

Ven, ven aquí,
deja que toque
tu nido de escalopendras
oscuras y finas.

Ven, ven aquí,
cántame con
tu ahogada voz
unas rancheras.

No importa que tardes,
yo te espero:
Diez minutos en tren,
cuarenta en el velero.

Y es que es lo que hay,
si te tropiezas
le digo adiós al herrete,
que con tus planchas
me fundes, rico tranchette.

Y así te quiero yo,
hermosa, bien alimentá,
que para ver palos
tengo la ciudad.  

Para María, o Eme, como le gusta a ella.

Palabras clave en poesía: Escalopendra, albondiga y herrete.

martes, 3 de marzo de 2015

Recuerdos

No sé qué le llevó a Martin llevar a cabo aquella acción, yo aún no puedo darme cuenta de nada, aunque lo vi todo, aquel día, en el bosque. Pero si se lo contase a alguien seguramente me hubieran tildado de loco, y el que hoy les escribe para intentar quitar tinieblas del extraño caso acontecido en el Glad Forest hace veinte años, seguramente estaría en el centro de salud mental.

Verán, Martin era un joven maestro de escuela, en aquel agujero en medio de la nada que era mi pueblo. No estaba en medio de la nada, es cierto, porque la ciudad estaba cerca. Pero las mentalidades eran demasiado conservadoras, como suele darse en estos lugares. Yo era un muchacho que aún tenía todo por descubrir, y la fascinación que sentía por mi maestro, me hizo seguirlo a través del bosque. No lograba entender cómo alguien como él, que sabía seis idiomas, y era muy inteligente, hubiera acabado en un sitio como este, cuando seguramente en otros lugares estaría mejor.

El caso es, que aquel día Martin estaba extraño. Caminaba con dificultad, con pesar, y llevaba una mochilita a la espalda. Anduvimos largo rato, y, en el centro del bosque, se detuvo. Había un tronco enorme de un viejo pino que había sido cortado al estar enfermo, y ahí se sentó mi maestro. Abrió la mochila, y sacó un trozo de queso y algo de pan. Debo decir que me dió hambre, pues era ya tarde, y quedaba poco sol en el cielo. Y yo, que era un poco miedica por aquel entonces, dudaba sobre si salir, o quedarme así. Ahora me alegro de haberme quedado escondido, pues lo que voy a revelar, sin duda se os antojará terrorífico.

Una vez hubo terminado de comer, Martin cogió de la mochila un escalpelo, y una foto, en la que aparecía una chica. No sabía quién era, ni nunca lo sabré, porque no supe más que aquello. Entonces, comienza a cantar. No conozco el idioma, pues yo no tenía ni idea de lo que decía. Lo único que sabía era que estaba impregnada de melancolía y de dolor. Era noche cerrada, y yo estaba paralizado de miedo, pues no me esperaba una escena así.

Cuanto más cantaba, más desgarrada era la canción, llegando a incluso a llorar. Yo me aguantaba como podía. Entonces, empezaron a llegar luciérnagas, pues no lejos de allí había un lago donde solían ir. Lo curioso era que todas iban hacia él, y se posaban en su cuerpo. Una vez terminada la canción, cogió el escalpelo, y, con determinación, se rajó el cuello. Rápido. Limpio.

Las luciérnagas se fueron todas, como si aquello fuese un horrible crímen en el estado de la naturaleza. Todas, excepto una. Se quedó en el cuello, llenándose de sangre, y su luz fue haciéndose cada vez más y más intensa, de un rojo increíble, hasta el punto en que pensé que podía llegar a estallar en cualquier momento. Fue entonces cuando llegó lo peor. La luciérnaga se dirigió hacia mí, lenta, pero inexorable, y se posó en mis labios. Ya pueden imaginarme. Ojos abiertos de par en par, a punto de llorar y gritar, conmocionado por lo que acababa de ver. Un espectáculo poco digno de ver, un espectador inoportuno.
Y fue cuando lo escuché. La voz, la maldita voz de Martin. Parecía provenir directamente de aquella luciérnaga endiablada.

- Escucha bien, Aluccard, la lucha que no lleva a nada acaba en derrota, nunca pelees por aquello que no aprecia tu esfuerzo, no te marques un solo camino, porque si se corta, no sabes adonde ir. No seas como yo Aluccard, o las libélulas devorarán tu alma.

Para Nana

Palabras clave: Libélula, escalpelo, políglota.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Vibra

No somos granitos de arena solitarios esparcidos por lugares remotos. Interactuamos. Nuestras acciones, por leves que sean, afectan a otras personas. Incluso cosas que no imaginamos ni de la forma más remota. Una enorme red que se toca de lado a lado, y cada porción tiene una vibración que hace temblar al resto, con mayor o menor intensidad. Y tú haces que vibre con más fuerza cada vez, como si alguien tocase un arpa y el sonido estuviese constantemente llegando. No dejes de cantar, si la melodía se detiene, la telaraña arderá en llamas.



jueves, 28 de noviembre de 2013

Morfeo

Alguien empieza a cantar sobre un reino olvidado, tocando la lira y llenando la habitación de un humo invisible que embriaga los sentidos. Aparecen dos burbujas que danzan un momento en el aire y se unen, formando una pompa más grande. Cae al suelo, pero no estalla, rebota como una pelota y se queda explorando los alrededores. El cuerpo se aletarga, el tiempo se estira como una buena pizza de queso fundido, y los ojos se cierran, pesados como yunques.

Una voz llama al otro lado, intentando atraer la atención, pero es en vano. Las palabras no suenan, las vocales no vibran en la cabeza. No camines entre los dos mundos sin llevarme contigo. Eso dice. Y Morfeo coloca su barrera del olvido en la puerta del sueño. Su cuerpo entra, hipnotizado, y las puertas se sellan para mí. Volví a perder.